Diario ABC COLOR. Edición Impresa.
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¿Qué pasó para que el lago Ypacaraí haya muerto, nuestros arroyos estén todos contaminados o secos y sus cauces sean estercoleros de nuestras basuras? ¿Qué pasó para que echemos nuestro veneno al río y matemos a miles y miles de peces? ¿Cómo es posible que estemos deforestando el país para convertirlo en desierto?
¿Qué pasó para que nuestros adolescentes y jóvenes sean tan irritables, agresivos y violentos? ¿Qué educación les hemos dado para que a los quince años violen en clubes sociales a sus propias compañeras y amigas? ¿qué estamos haciendo para que haya tanta delincuencia y criminalidad de jóvenes? ¿Cómo es posible que aparezcan más y más familias que se dedican a vender drogas crueles y mortales, como el crack, incluso a sus vecinos?
Este catálogo de lamentos no dice toda la verdad. También hay adolescentes y jóvenes extraordinarios, profundamente humanos y cálidos, sólidamente formados..., pero son demasiado pocos.
El problema de la educación es no solo que se logran muy bajos resultados en la transferencia y adquisición de conocimientos, es también que no prepara con competencias para que salgan de las aulas sabiendo hacer.
Ante el panorama preocupante de los desastres ecológicos que estamos haciendo, de las violencias sin sentido alguno simplemente por veleidades y descontrol de emociones primarias, ante el crecimiento de la delincuencia, de los asaltos y robos, de la criminalidad…, los educadores tenemos que revisar a fondo la educación que hemos dado y seguimos dando.
Es cierto que la responsabilidad de la educación integral de todos y cada uno de los ciudadanos depende más que de la educación formal que damos en las instituciones educativas, de las otras instancias educativas que son más importantes e influyentes, la educación en la familia y la educación que se recibe de la sociedad como tal. Pero la contribución de la educación escolar puede y debe ser mucho más eficiente y de alguna manera compensar las deficiencias lamentables de la educación familiar y social.
Francesc Torralba (2012) dice que la educación no ha logrado superar tres analfabetismos fundamentales para la formación total y la humanización de los educandos: el analfabetismo emocional, el analfabetismo intrapersonal y el analfabetismo espiritual.
Observando en general el comportamiento afectivo de la mayoría de los jóvenes y adultos parece claro que no se aprendió a identificar las propias emociones y las de los demás, que no sabemos expresarlas correctamente, controlarlas y analizarlas adecuadamente. Lo mismo podemos decir de los sentimientos y las pasiones. No distinguimos entre impulsos y deseos y menos aún aprendimos a descubrir nuestras verdaderas motivaciones.
La alfabetización intrapersonal nos capacita para conocer nuestro mundo interior, nuestros procesos mentales además de los afectivos más íntimos, a identificar nuestras potencialidades y nuestras limitaciones íntimas, nuestras vivencias y su valoración. Se trata de superar el vivir extrovertidos, dependiendo de los estímulos y las sensaciones externas y tener capacidad de introversión, de vida interior personal íntima.
El alfabetizado espiritualmente desarrolla su capacidad de tomar distancia de la realidad, al mismo tiempo que se siente parte del todo, encuentra el sentido último de su existencia y valora la posible proyección y trascendencia de sus actos.
Una educación que prescinde del desarrollo y capacitación de la vida emocional, de la vida intrapersonal y de la vida espiritual de los educandos es una educación que recorta al ser humano, dejándolo en lo más extrínseco a su ser, sin lo que lo hace precisamente humano, más humano.
Nuestro sistema educativo es limitado y limitante en dimensiones absolutamente fundamentales para la humanización y realización plena de los educandos. Los diseños curriculares y sus programas si lograran sus objetivos a lo más lograrían personas funcionales, para algunas funciones de la vida.
Aunque frecuentemente se afirma en los documentos oficiales que se busca la “educación integral”, la verdad es que estamos lejos de poder alcanzarla.
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